UNA RUTA MáGICA POR EL SUDESTE DE ESPAñA: DESDE LOS CASTILLOS MANCHEGOS HASTA LAS CALAS MEDITERRáNEAS

La diversidad del sudeste de la península sorprende con recónditas playas, bosques frondosos y huertos con aromas cítricos que envuelven fabulosos Pueblos Mágicos de España. Desde las tierras de interior, definidas por valles y sierras, donde los pintorescos pueblos Chinchilla de Montearagón, Carcelén o Montesa están coronados por antiguos castillos que atestiguan una rica historia, hasta fantásticos municipios costeros como Nules. Un itinerario apasionante acariciado por la brisa mediterránea.

Los inesperados paisajes montañosos, ríos y valles de la provincia de Albacete son el preludio de esta ruta. Paisajes que se contemplan desde los miradores de Bogarra, un encantador pueblo de montaña ubicado en la Sierra del Segura. A las afueras, la impresionante cascada de Batán salpica con sus aguas transparentes un bosque en el que realizar rutas senderistas, como la que se pierde por la hoz de Bogarra, convertida en un museo al aire libre con su alabada Ruta de las Esculturas guiada por estremecedoras obras esculpidas en las rocas del camino.

En tan solo 23 minutos, Aýna espera al visitante anidado en la garganta que forma el río Mundo. Un enclave abrupto que conquista por su singularidad y donde resulta imprescindible adentrarse en la Cueva del Niño, con pinturas rupestres datadas en el paleolítico superior. Este pueblecito ofrece un emocionante viaje al pasado de la región, motivo por el que seguramente fue elegido para protagonizar la mayor parte de las escenas de “Amanece que no es poco”, de José Luis Cuerda. 

El viaje continúa entre las estrechas callejuelas medievales de Chinchilla de Montearagón. Diseñadas para evitar los ataques durante el periodo califal, conducen al imponente castillo, que se alza sobre el cerro de San Blas. Por el camino, conviene detenerse en la Plaza de la Mancha, la Puerta de los Diablos o los bellos palacios de Núñez Cortés, San Jorge o López de Haro.

Los campos de olivos y viñedos dan la bienvenida al plácido Carcelén, gobernado por una fortificación de planta cuadrada con cuatro torreones que conserva su estructura militar. Entre sus históricas calles hay que visitar la iglesia de la Inmaculada Concepción, la parroquia de San Andrés Apóstol y la ermita barroca del Santísimo Cristo de las Eras.

Con imponentes vistas y rica historia, la ruta prosigue adentrándose en la Comunidad Valenciana, donde Font de la Figuera resalta por su producción de vino y aceite de oliva, productos que pueden degustarse en alguno de los encantadores restaurantes del casco antiguo. Para comprender más sobre su elaboración, el museo histórico-etnológico La Costera, situado en una bodega rehabilitada de finales del siglo XVIII, es una parada ineludible.

A 20 kilómetros, un imponente castillo se alza majestuoso sobre Montesa. Donado por Jaume II en 1319 para convertirse en la sede de la orden militar de Santa María de Montesa, ofrece estupendas panorámicas de la villa, en la que tampoco nos podemos perder la iglesia barroca de l´Assumpció y el enorme órgano del siglo XVIII que hay en su interior.

Rumbo al mar

Simat de la Valldigna adentra en el corazón de la Comunidad Valenciana, repleto de cuevas, barrancos, vistas que dirigen al mar y fuentes naturales como la que brota en una de las plazas de este pueblo, Font Gran. Cerca se encuentra el Monasterio de Santa María de la Valldigna, de estilo cisterciense, estuvo habitado desde su fundación, en el año 1298, hasta la desamortización de Mendizábal, en 1835.

La siguiente parada de la ruta es Nules, un pueblo de la provincia de Castellón con una playa familiar bañada por las aguas tranquilas del Mediterráneo. Además de acercarse al yacimiento arqueológico de la villa romana de Benicató, es interesante visitar el Museo de Medallística Enrique Giner por tratarse del único museo de Europa dedicado al arte de la medalla. Como testigos de la Guerra Civil resultan curiosos los blocaos de Nules, cuatro búnkeres levantados junto al Camí del Cabeçol.

Nules y Mascarell es la última parada del itinerario y sobresale por tratarse de la única localidad amurallada de la Comunidad Valenciana, con varias puertas que dan acceso a un rico patrimonio declarado Bien de Interés Cultural repartido por sus siete calles, algunas de las cuales cuentan con altares excavados en la propia muralla que albergan santos en su interior. Fuera de las murallas, el Jardín de Mascarell es un oasis perfecto para terminar esta ruta.

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