VIAJE AL CARIBE MáS DESCONOCIDO

Nuestro viaje al Caribe comienza en el puerto de Miami, situado en la bahía de Biscayne, donde aguarda Explora I, el primer barco de Explora Journeys. Con un exterior diseñado como un majestuoso yate de reluciente casco azul oscuro, el flamante buque está gobernado por Serena Melani, la primera capitana del mundo en sacar un crucero del astillero. Estamos a punto de participar en su emocionante viaje inaugural por el mar Caribe.

Dejando atrás los impresionantes rascacielos de South Beach, reproduzco en mi cabeza “Miami”, de Will Smith. La misma canción que solía escuchar allá por 2008, cuando reorganizaba mi vida para mudarme allí con la promesa de un trabajo en una emisora de radio latina. Al final no pudo ser, pero la vida me vuelve a traer a Miami para emprender otro viaje muy distinto. En la playa más famosa y concurrida de Miami Beach, algunos bañistas se adentran en el agua bajo un cielo encapotado. Muy cerca, las palmeras danzan siguiendo los ritmos de los glamurosos clubes de Ocean Drive ante sus geométricos edificios de estilo art déco. Más rascacielos nos alejan de la ciudad de Florida y, cuando el mar hace ademán de enfurecer al recibirnos en su inmensidad, navegar se vuelve impresionantemente bello. Lo contemplo ensimismada desde la terraza de una de las 461 espaciosas suites con las que cuenta Explora I, pero resulta que se han equivocado al asignármela y me toca trasladarme a otra. Cuál es mi sorpresa cuando al entrar en mi nuevo hogar flotante temporal aprecio el gesto de un upgrade que disculpa el nimio despiste. Una suite aún más grande, con un saloncito independiente cuyos muebles italianos están decorados con objetos de diseño, y una enorme terraza en la que, sin dudas, pasaré la mayor parte del tiempo balanceándome sobre el mar, porque para mí esa es la mejor experiencia de viajar en barco. Ser mar nunca fue tan fácil.

Toca una ducha antes de estrenar uno de los seis restaurantes de Explora I. El baño también es enorme y está dotado de suelo radiante. ¡Vaya! He olvidado traer mi secador. Y ahí, en el tocador de la suite, un cajón me descubre un secador Dyson con todos sus accesorios. ¡Menudo reto más bien logrado ese de convertir un crucero en un lujoso hotel boutique cargado de experiencias! En unas zonas, la elegancia de un establecimiento con todo tipo de detalles. En otras, sentirse en pleno océano.

A pesar de tener capacidad para 900 pasajeros –y 800 tripulantes– el amplio espacio del barco hace sentir exclusividad en todo momento. No hay colas a la hora de embarcar, tomar un ascensor o sentarse en alguna de las mesas de sus restaurantes.

Cuando regreso a mi suite, el mayordomo me está esperando. Me sorprendo ante su presencia hasta que, de pronto, me pide disculpas por haberse equivocado de planta cuando, antes de bajar al restaurante, le consulté dónde se encontraba. Aunque todas las suites disponen de la ayuda de un anfitrión para resolver cualquier asunto que surja a bordo, las de mayor categoría cuentan con un mayordomo que, además, se encarga de deshacer maletas, planificar itinerarios y organizar cualquier evento. Al entrar en la suite, un obsequio sorprende sobre la cama. Uno nuevo cada noche.

UN CRUCERO SIN TIEMPOS

“Me seleccionaron en Doha junto a mi novia”, me cuenta muy alegre David, un bartender colombiano que lleva un mes trabajando a bordo. Charlo con él mientras me tomo la limonada que me acaba de preparar. Las bebidas, al igual que la conexión wifi, son ilimitadas.

La pérdida de la noción del tiempo es la principal filosofía de Explora Journeys, con actividades de bienestar y fitness que no se rigen por horarios estrictos, ni siquiera a la hora de comer. “Ocean State of Mind” o, lo que es lo mismo, estar en continua calma marina. Una filosofía que no solo se aplica a las experiencias, también en detalles imperceptibles como un desembarque relajado, el tono suave que utilizan los camareros o el de la música. Lo mismo sucede con la elegante estética, dispuesta a sumergir en la más pura quietud, como la que ofrecen sus solitarias piscinas, repartidas por la cubierta, o la de la zona termal del spa.

El chef Alban Gjoka, vicepresidente de Alimentación y Bebida de Explora Journeys y parte de la prestigiosa Academia Culinaria de Francia, eleva a otro nivel la cocina en el mar. Once experiencias culinarias distintas y doce bares hacen que sea posible disfrutar de la buena mesa sobre las olas. Marble & Co. Grill, con cortes de ternera de primera calidad proveniente de ganaderías sostenibles; los platos mediterráneos de Med Yacht Club; el íntimo Fil Rouge, de cocina internacional con inspiración francesa; o Sakura, que deleita con sabores de Japón, Tailandia, Vietnam y Malasia. Por una tarifa adicional, también es posible degustar Anthology, el restaurante más sibarita de Explora Journeys, donde se lucen grandes talentos culinarios internacionales.

En el lobby, uno de los tres pianos Steinway & Sons del barco suena sin las manos de un pianista que se apoyen sobre sus teclas. Detrás, una barra de uno de los bares favoritos nos traslada a una coctelería neoyorquina. En el pasillo contiguo se reparten varias boutiques de lujo, entre las que destaca la primera boutique de Rolex en el mar y una zona de artesanos.

NAVEGAR POR EL MAR CARIBE

Los itinerarios de Explora I combinan destinos populares con puertos menos transitados en los que descubrir el exotismo y la verdadera vida caribeña. Una fabulosa combinación tropical de cultura, historia y naturaleza que disfrutar mediante experiencias privilegiadas, como paseos reducidos o privados en catamarán, propuestas de aventura entre tirolinas y clases de cocina local. La posibilidad de adaptar propuestas para cada tipo de viajero también está ahí. Tal vez la opción más original de Explora Journeys es la de poder ampliar el tiempo de estancia en alguno de sus destinos, con pernoctaciones en puerto para una inmersión cultural más profunda, e incluso la del propio viaje, de una semana a 15 días que se benefician del cambio constante de itinerarios para, casi nunca, repetir puerto.

Desde Miami, una hilera de islitas conectadas por una carretera de más de 400 kilómetros, parece tocar Cuba en Key West, el último cayo de Florida. “90 millas a Cuba. El punto más meridional de Estados Unidos” reza una fotogénica boya. Tan cerca y tan lejos. Las palpitantes calles de Key West son perfectas para disfrutar de su extravagante vidilla, de tiendas que venden delirios y de personajes de todo tipo. Gallinas cruzando pasos de peatones, mini bibliotecas callejeras, perros enormes en carritos de golf, tiendas donde hacerse con una de las primeras ediciones de Hemingway

Después de ir de compras, recorrer la casa de Hemingway (y otros de sus lugares emblemáticos, como el bar Sloppy Joe's) o bucear entre corales, la mejor opción es descansar en un local con música en directo, como ese de la calle principal empapelado con dólares.

Dos días de navegación en los que disfrutar de todos los servicios del barco, nos sitúan ante Virgen Gorda, la tercera ínsula más grande de las Islas Vírgenes Británicas, después de Tórtola y Anegada. Acostumbrada a viajar de un lugar a otro cargando con mi equipaje, en un crucero siempre me maravilla el hecho de despertarme cada día en un destino diferente sin sentir el cansancio de viajar, de hacer y deshacer maletas.

Fue Cristóbal Colón quien bautizó esta isla caribeña por la peculiar forma de su territorio. Su ciudad principal es Spanish Town, aunque apenas tiene acción, así que nos dirigimos al verdadero tesoro de Virgen Gorda, la playa salvaje de The Baths, enclavada en una reserva natural. Para llegar hasta ella es necesario caminar por un sendero sembrado de cactus y repleto de mariposas de mil colores. Gigantescas rocas graníticas emergen de la playa. Nadar entre ellas es rodearse de numerosos peces tropicales. Los amantes del buceo disfrutarán aún más sumergiéndose en el Kokiak Queen, un petrolero de la Segunda Guerra Mundial que sobrevivió al ataque de Pearl Harbor.

A la mañana siguiente despierto en Guadalupe, archipiélago que forma parte del territorio francés de ultramar compuesto por un curioso mestizaje africano, europeo e indostano. Otra playa celestial se esconde aquí, aunque la experiencia será completamente distinta. En el largo arenal de Grande Anse, la vegetación de la isla casi se abraza con las aguas de zafiro. El volcán dormido de La Soufrière, apodado como “la vieja dama”, vigila su vergel paisajístico. Enclavado en una ensenada, el pueblecito criollo de Deshaies nos dice adiós mientras suena “Con te Partirò” de Andrea Boccelli. El emotivo himno del grupo MSC despide cada puerto dejando en mí la verdadera huella de explorar el mundo navegando.

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Desde el alegre centro de Saint John, capital de Antigua y Barbuda, cruzamos al otro lado de la isla para llegar hasta sus manglares y perdernos por el paradisiaco islote Great Bird, donde las mariposas siguen guiando senderos junto a llamativos tucanes. Unas escaleras se pierden en la cima de la isla para mostrar el edén de este pequeño país donde los frondosos verdes de su vegetación se funden con los turquesas del mar, bravo a un lado y más sosegado al otro, haciéndonos diferenciar fácilmente el Atlántico del Caribe. En sus aguas nadamos con rayas, tortugas y centenares de peces.

El último puerto nos despide de Explora I en San Juan de Puerto Rico, la ciudad más antigua de Estados Unidos, donde la cultura caribeña continúa con una estupenda mezcla española y estadounidense. Las coloridas calles de su casco histórico persiguen sueños que llegan hasta el castillo de San Felipe del Morro y se pierden entre edificios coloniales, tiendas de artesanía, restaurantes donde probar el mofongo y bares en los que rememorar los orígenes de la piña colada antes de poner rumbo a casa. ¡Ojalá vivir en Explora Journeys!

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